Dicen que todo lo que empieza en Estados Unidos antes o después llegará al resto del mundo. Allí tienen una costumbre que no me gusta nada y deseo con fiereza que semejante aberración jamás llegue a Europa.
A los niños que se portan mal o que tienen dificultades de concentración les dan unas pastillitas, metilfenidato, que les resuelve el problema de conducta.
A mediados de curso siempre nos pasaban a los profes los informes médicos de los alumnos. Alergias, problemas de oído, depresiones y miopías se mezclaban, como quien no quiere la cosa, con estudiantes a los que se obligaba a tomar metilfenidato.
Luchar contra la naturaleza a base de "pastillazos" es la mayor afrenta que el ser humano se propina contra su propia dignidad. Los estudiantes están preparados, tras millones de años de evolución, para moverse, ser energéticos y sufrir por estar sentados tantas horas al día escuchando anquilosados discursos de profesores quienes, la mayoría de las veces, son aburridos e insoportables.
En Estados Unidos esa energía con la que cuentan los jóvenes se la quita el metilfenidato. Un 10% de mis alumnos lo tomaban, y un 15% en todo el país. En vez de usar estrategias pedagógicas seductoras y despertar el interés (voluntario) del alumnado por el conocimiento, los profesores y médicos estadounidenses eligen la vía fácil: recetar pastillitas que les sometan, que les haga más felices y más inteligentes, y que se comporten bien en clase.
Esas pastillas robotizan. Muchos alumnos estadounidenses han perdido el alma. Son zombis. Están muertos en vida. Se les detecta enseguida por su desdén y su conformismo. Me da mucha pena y siento impotencia. Pero ellos se sienten felices.
Se cumplió "El mundo feliz" de Huxley:
"...Y lo que menos comprendo es por qué no tomas "soma" cuando se te ocurren esta clase de ideas. Si lo tomaras olvidarías todo eso. Y en lugar de sentirte desdichado serías feliz. Muy feliz -repitió..." (página 84, edición Rotativa).
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